Existen situaciones difíciles de detectar y que conllevan un grave riesgo para nuestros hijos. Es muy común, en los tiempos que corren, que los padres tengan que dejar a cargo de terceras personas a niños de corta edad por cuestiones laborales. En los mejores casos, los cuidados de los pequeños recaen en miembros de su propia familia, los abuelos, pero cuando esto no es posible, las parejas contratan a personas ajenas a su entorno para que cuiden de sus hijos.
El caso que voy a exponer aquí pertenece a este último grupo. Por obvias razones de confidencialidad omitiré nombres y datos personales.
Se trataba de una pareja, ambos profesionales liberales, padres de dos niños de uno y tres años de edad. Por razones de sus amplios horarios de trabajo, deciden contratar a una mujer de origen iberoamericano como interna en su casa, para que cuide de los pequeños y se ocupe de las tareas del hogar.
En principio todo va bien, normal. La mujer llega con buenas referencias, trabaja bien y es cariñosa con los niños, pero al cabo de un tiempo comienzan a observar conductas raras en sus hijos.
Se vuelven asustadizos, el mayor pierde el control de los esfínteres y aparecen terrores nocturnos, el pequeño empieza a sufrir problemas de piel, dermatitis atópicas e incluso observan que tiene alguna que otra calva en la cabeza. Los niños están tristones y parecen asustados.
Las sospechas de que algo va mal con la niñera surgen rápidamente, pero no quieren acusar a nadie falsamente. La pareja decide colocar una cámara oculta en su casa, para cerciorarse de sus sospechas antes de elevar ninguna acusación.
Lo que ven les deja en estado de shock. Los pequeños aterrorizados sin moverse de sus sillitas, sin hacer ningún ruido y de pronto golpes, tirones de pelo, insultos, manotazos, zarandeos… un maltrato brutal a los pequeños por parte de una desquiciada.
Obviamente, después de ese suceso, denuncian a la niñera y acuden a mí para realizar un informe sobre los daños psicológicos sufridos por los menores.
En casos como este, y debido a la corta edad de los pequeños y su escaso dominio del lenguaje, la única forma de evaluar la situación es mediante juegos, en los que los menores expresan sus miedos y sus vivencias. En esta ocasión se llevó a cabo un juego con familias de animales en el que aparecía también un animal cuidador de los cachorros. Los menores fueron capaces de representar muchas de las situaciones que habían vivido a través de los muñequitos.
Se demostró en el juicio el daño físico y moral que habían sufrido los niños y la cuidadora fue condenada a una pena de prisión.